Convertida en una de las referencias preferidas para
ilustrar los desvaríos políticos que marcan al siglo XX, la ciudad de Berlín se dibuja en estas
páginas merced a una mediación que es, al mismo tiempo, un juego de dualidades:
el autor que medita, el viajero que
escribe, el escritor que relata,
el narrador que conmueve.
Con calles donde un accidente
de tránsito motiva una situación de cierta irrealidad, Berlín se vuelve
aquí un mapa cifrado por las
palabras de un testigo privilegiado
por su sensibilidad. Así aparecen el misterio de una panadería y un parroquiano
–casi- fantasmagórico, la sensualidad de un turco voyeurista en un lago donde
se practica el nudismo, las casas diminutas que cerca de los rieles y su
trepidación resultan un inverosímil
refugio de los berlineses en asueto.
La agitación
cosmopolita que distinguió a esa ciudad alemana antes de la II Guerra, el muro que marcó su división
geopolítica posterior, su carácter
emblemático, resultan aquí pertinentes y relevantes. Aunque por encima de
estas cuestiones, este libro hace de Berlín un bien entrañable e inolvidable para todo lector: palabras, memoria y dedicación generosa de un autor excepcional.
El poeta y narrador Fabio Morábito (1955) es autor de tres libros de poesía: Lotes baldíos (1985, Premio Carlos
Pellicer), De lunes todo el año (1991, Premio Aguascalientes) y Alguien de lava (2002). Caja de herramientas (1989), que
participa tanto del ensayo como del poema en prosa, fue publicado
en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Su obra cuentística se compone de La
lenta furia (Andanzas, 2002), elogiado en su momento por José de la
Colina como «la mayor revelación del género de los últimos años», La
vida ordenada (Andanzas, 2000; Andanzas 495) y También Berlín se olvida
(Andanzas, 2004).
«Desde sus iniciales ejercicios literarios se reveló
como uno de los “raros” de la lengua. Desconcertó a algunos y fascinó a otros
cuantos. Quien pretenda imitarlo se arriesga a cometer un suicidio. Su prosa elegante y exquisita es
irrepetible. Nada de pomposo se acerca a su mundo. Parecería que sus
palabras, precisas y transparentes, le sirvieran como
un encantamiento, un regalo, un guiño a los lectores. Pero en el subsuelo se
encuentra una lava ardiente, un nudo de interrogaciones e hipótesis cercanas a
una meta-física». (Sergio Pitol)