En 1972,
Bergman empezó a escribir una obra dramática sobre un hombre que va a abandonar
a su mujer, pero «antes de darme cuenta tenía seis diálogos sobre el amor, el
matrimonio y todo lo demás. Johan y Marianne o Marianne y Johan [los
protagonistas] se habían permitido mostrarse valientes, cobardes, alegres,
tristes, enfadados, amorosos, desconcertados, inseguros, satisfechos, astutos,
desagradables, pueriles [...], malvados, desamparados, en pocas palabras, como
seres humanos». Esos seis diálogos sobre el amor y el desamor se convertirían
al año siguiente en Secretos de un
matrimonio –miniserie televisiva y versión cinematográfica–. Bergman añadía
un comentario que dice mucho sobre la íntima relación que guardan en su caso
vida y obra: «Tardé dos meses en escribir estas escenas y toda una vida en
experimentarlas».
Treinta años después, un Bergman ya
octogenario vuelve sobre los personajes como si recuperara el hilo de una
conversación interrumpida: Marianne y Johan se reencuentran en la elogiada
película Saraband. Ahora se enfrentan
no sólo al desgarro de la impostura o la incomunicación, sino también a la
ausencia de seres queridos, a un fin que saben próximo. Con la aparición del
hijo y la nieta de Johan, los personajes se encuentran de dos en dos, como en
la zarabanda –danza lenta y grave en la que las parejas se hacen y deshacen–.
Se abren y cierran heridas, afloran tensiones sin resolver, y asoman
esperanzas, nostalgias.
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
No he leído ninguna novela estos últimos meses que sea tan bella y toque cuestiones que me tocan tan de cerca como Saraband.
Esther Tusquets, El País
NOTICIAS RELACIONADAS
Ingmar Bergman nació en
Upsala en 1918. Autor de una obra cinematográfica que por sí sola le garantiza
un lugar de honor entre los grandes creadores de nuestro tiempo, sus
inquietudes han encontrado también expresión en otras formas artísticas:
director de teatro, guionista, escritor de ficción, memorialista (su obra
literaria está publicada en Tusquets Editores). Galardonado, entre otros
reconocimientos públicos, con cuatro Oscars y la «Palma de
Palmas» de Cannes, su longevidad creativa –sesenta años haciendo películas–
resultaría sólo excepcional si no fuera, además, acompañada de una intensidad y
coherencia tan deslumbrantes como su propia vida. La lista de películas que han
dejado su impronta en la historia del cine resultaría interminable: de Fresas salvajes a Fanny y Alexander o Persona;
y, de hecho, el estreno de Saraband, una
continuación de Secretos de
un matrimonio, parece indicar que el listado de obras maestras todavía no
está cerrado.