Dejando de lado toda inhibición, Ingmar Bergman nos conduce aquí por el apasionante recorrido de la creación artística, desde ese lugar privado y recóndito, donde se ocultan los fantasmas personales que originan con tanta frecuencia -y en Bergman casi siempre- las ideas y las emociones más fuertes, hasta el barullo de un plató, donde, ante decenas de personas, bajo los focos encendidos, con la cámara en acción, estos fantasmas, antes en tropel, empiezan a obedecer a un orden invisible, a encarnarse en una historia que pasará, por la magia del arte, a ser nuestra. Para ello, Bergman no tiene inconveniente alguno en sacar a la luz no sólo sus apuntes de trabajo, sino también sus diarios, en los que suele anotar las «fuentes reveladoras», los recuerdos, las imágenes, que dan lugar después a sus films. Nos cuenta de hecho un viaje fascinante por la memoria y «las difusas radiografías del alma». Este es el autorretrato de un artista para quien el arte, la obra y la vida es una misma y única cosa.
Ingmar Bergman nació en
Upsala en 1918. Autor de una obra cinematográfica que por sí sola le garantiza
un lugar de honor entre los grandes creadores de nuestro tiempo, sus
inquietudes han encontrado también expresión en otras formas artísticas:
director de teatro, guionista, escritor de ficción, memorialista (su obra
literaria está publicada en Tusquets Editores). Galardonado, entre otros
reconocimientos públicos, con cuatro Oscars y la «Palma de
Palmas» de Cannes, su longevidad creativa –sesenta años haciendo películas–
resultaría sólo excepcional si no fuera, además, acompañada de una intensidad y
coherencia tan deslumbrantes como su propia vida. La lista de películas que han
dejado su impronta en la historia del cine resultaría interminable: de Fresas salvajes a Fanny y Alexander o Persona;
y, de hecho, el estreno de Saraband, una
continuación de Secretos de
un matrimonio, parece indicar que el listado de obras maestras todavía no
está cerrado.