De verdadero regalo para los lectores puede considerarse
este nuevo libro de Luis García Montero,
en el que sus poemas abordan valientemente —como cabría esperar de uno de
nuestros mejores poetas contemporáneos— el sentimiento
amoroso, un tema al que la poesía última parecía haber renunciado pero que
en Completamente
viernes inspira, como podrá comprobar el lector, poemas memorables.
Si la veta amorosa ya estaba en algunos libros anteriores del propio García Montero, en éste se manifiesta con un protagonismo radical y vertebrador. No hay momento, actividad, día que no esté entreverado de la presencia del otro. Hasta los malos pensamientos, las rutinas, el trabajo, el caos urbano, dibujan los peculiares trabajos y días del enamorado. Por encima de las sombras que se cruzan, los tropiezos, las torpezas, el poeta deja clara su voluntad de afirmar la plenitud de su amor, la totalidad de su experiencia: a ese sentimiento pertenece no sólo «la realidad con su mirada inhóspita, / el deseo que nace de los sueños», sino el pasado y el futuro. Si el amor es el sentimiento que rescata de la literatura, aquí comprobamos admirados que también es el que todavía la hace posible
Luis García Montero nació en
Granada en 1958. Es catedrático de literatura española en la universidad de
esta ciudad. Entre sus libros de poesía figuran títulos como El jardín extranjero (Premio Adonais,
1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío, Habitaciones separadas (Premio Loewe y
Premio Nacional de Literatura, 1994), Completamente
viernes (1998) o La intimidad de la
serpiente (2001). Como ensayista ha escrito varios libros y artículos sobre
distintos aspectos de la poesía europea contemporánea, entre los que destacan La otra sentimentalidad (con J. Egea y
A. Salvador, 1982), Poesía, cuartel de
invierno (1988 y 2002), El realismo
singular (1993), Confesiones poéticas
(1993), El sexto día (2000) y Gigante y extraño. Las «Rimas» de Gustavo
Adolfo Bécquer (2001). Aparte de varias ediciones críticas de obras de
Federico García Lorca, Rafael Alberti y Carlos Barral, ha adaptado para la
escena algunos clásicos, como Otelo, La Dorotea o La Celestina.