La obra de Alvaro Cunqueiro vuelve una y otra
vez, bajo distintas formas, a
asombrarnos no sólo ya por su prolijidad, sin también por su extrema imaginación y su exigente rigor literario, como si en cada artículo, en cada crónica, en cada
relato, sintiera la obligación de superarse. En ningún momento tiene el editor
la sensación, como suele decirse, de estar rascando «el fondo del cajón» :
aparecen siempre nuevos textos,
perdidos entre las hojas de los periódicos en los que ha ido colaborando a lo
largo de su vida, como estas extraordinarias
páginas literarias.
Durante poco más de dos años, entre septiembre de 1973 y diciembre de 1975, Cunqueiro envió noventa y tres artículos al suplemento literario del vespertino barcelonés, hoy desaparecido, El Noticiero Universal, dirigido entonces por Enrique Badosa y Julio Manegat.
Xesús González excluyó de ellos para este libro tan sólo aquellos, muy pocos, que escapaban excepcionalmente a la línea que el propio Cunqueiro se había trazado para esta sección : su experiencia literaria, expuesta a su manera, de un modo poco sistemático, utilizando como pretexto un libro, un escritor, un viaje, una noticia o el catálago de una exposición para pasar a inventar él mismo una historia, para reelaborar él mismo las obras que contemplaba, leía o vivía a través de otros, según su propia visión de la creación literaria. A estos auténticos relatos se unen no sólo textos en forma de crónicas literarias, sino también reseñas periodísticas, en las que exhibe todo su saber y sus lúcidas —y a veces implacables— opiniones, así como artículos propiamente dichos en los que comenta asuntos literarios de diversa índole y de culturas distintas.
Por la riqueza
de ideas y sugerencias, Papeles que
fueron vidas hace las veces, leído hoy, de guía de lecturas, de
cuaderno de bitácora de la aventura
literaria vivida por uno de los escritores
españoles más importantes de nuestro siglo.
Nació en
1911 en Mondoñedo (Lugo). Fue uno de los escritores más grandes de nuestro
siglo tanto en castellano como en gallego, durante muchos años dirigió el Faro de Vigo y colaboró toda su vida,
con artículos de toda índole, en varias revistas españolas. Al fallecer, en
1981, dejó tras de sí novelas como Las
crónicas del Sochantre (Premio nacional de la Crítica en 1959), Merlín y familia, Cuando el viejo Simbad
volviera a las islas, Las mocedades de Ulises, Un hombre que se parecía a
Orestes (Premio Nadal en 1968) y La
vida y las fugas de Fanto Fantini, así como ensayos gastronómicos y una
infinidad de crónicas sobre todo aquello con lo que alimentaba cada día su
insaciable curiosidad y que al cuidado de César Antonio Molina hemos agrupado
por temas: La cocina cristiana de
Occidente, Tesoros y otras magias.
Viajes imaginarios y reales, Los otros caminos, El pasajero en Galicia, La bella del dragón y Papeles que fueron vidas.